lunes, 5 de abril de 2010

De izquierdas y derechas

Con mayor o menor propiedad, según el paladar de quien lo analice, el kirchnerismo vino a ocupar el lugar del centroizquierda en el escenario político. La cuestión es que por ese carril –un poquito más hacia aquí, un poco más allá– suele transitar la mayoría de los discursos de los candidatos en campaña, sea lo que fuera que luego piensen hacer una vez que lleguen al poder. Ante la disyuntiva, quienes aspiran a mostrarse como una alternativa anti K han elegido llevar lo suyo hacia los extremos, en algunos casos con serio riesgo de desbarrancarse.
Right
Un caso paradigmático en estas últimas semanas ha sido el de Eduardo Duhalde, quien pasó de su habitual populismo-desarrollista de marca peronista a un conservadurismo de la más rancia escuela. Cuando miles de personas marchan para conmemorar un nuevo aniversario del golpe de Estado más sangriento, Duhalde sale hablando de cerrar los juicios, de convocar a un plebiscito, de dejar de humillar a las Fuerzas Armadas y ponerlas a hacer cosas útiles, por ejemplo, ocuparse de los jóvenes o hacerse cargo de la seguridad interior.
El recurso no es nuevo porque algo por el estilo hizo su amigo Carlos Ruckauf allá por 1999, cuando disputó la gobernación de la provincia de Buenos Aires a Graciela Fernández Meijide machacando sobre su supuesta condición de atea, marxista y proabortista mientras él prometía fusilar a los delincuentes y se fotografiaba rezándole a la Virgen. Pese a lo burdo, la maniobra dio resultado y Ruckauf consiguió la gobernación, lo que no evitó que dos años después huyera del cargo.
Duhalde se ubica en el grupo de dirigentes opositores –son varios y dicen que hay encuestas que los respaldan– que sostienen que la sociedad está hastiada de la política de derechos humanos que impulsa el Gobierno y que se ha ido derechizando en sus puntos de vista. Según ese criterio, las prioridades pasaron a ser la seguridad y el orden, así nada mejor que en ese contexto salir a defender a las Fuerzas Armadas sin que venga a cuento. Duhalde, quien tiene en su historial la represión que terminó con las vidas de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, suena como un vocero válido para la propuesta. Pero la prédica no parece haber prendido en la sociedad supuestamente derechizada, más bien lo contrario.
Lo mismo puede decirse de Mauricio Macri, necesitado de un salvavidas en una gestión que viene hundiéndose como el Titanic. En la misma semana que debió separar a otro jefe de la Metropolitana envuelto en un escándalo y la Justicia confirmó los procesamientos por asociación ilícita del Fino Palacios y el espía Ciro James, Macri buscó salir del aprieto con una ofensiva contra los “trapitos” que cuidan autos y los “encapuchados” que andan en las movilizaciones. El jefe de gobierno prometió ir hasta el hueso de las “mafias enquistadas en nuestra sociedad”, pero no se estaba refiriendo a los multimillonarios grupos económicos que se han enriquecido a costa de los sobreprecios de los contratos con el Estado –ni a sus herederos– sino contra estas patotas “trapiteras” que estarían asolando a los porteños motorizados, una persistente preocupación de los medios de la derecha.
En su entorno saltaban de alegría. Evaluaban que al otro día del anuncio por primera vez en mucho tiempo Macri estuvo en la tapa de todos los diarios y no por un problema en su gestión. Las encuestas de las páginas web de los diarios opositores hablaban de un piso de 90 por ciento de aprobación a la iniciativa, que vuelve a la carga sobre la idea de criminalizar la pobreza. Tampoco hay novedad aquí. La gestión macrista ya tiene en su haber a las patotas de la UCEP dedicadas a desalojar a las patadas plazas y edificios y las simpáticas picanitas Tauser con las que ansían electrocutar a malhechores o sospechosos de serlo. La diferencia era que antes, frente a las críticas Macri dudaba y en muchos casos se echó atrás. Sus amigos dicen que de eso ya no más.
Es que el jefe de Gobierno había prometido a sus acólitos que se venían los dos mejores años de gestión pero resultó que arrancaron muy parecidos a los dos años malos. Para peor, Francisco de Narváez ya transparentó sus intenciones de disputarle el cetro del Silvio Berlusconi criollo y en las fotos se lo ve cada vez más rubio y sonriente mientras que Macri aparece cada vez más serio y canoso. Así que en la Jefatura de Gobierno aseguran que esta semana Macri inició un camino sin vuelta atrás y que vendrán más iniciativas en la misma dirección. Cartoneros, sin techo, travestis y demás mafias por el estilo, a prepararse.

Nota completa de Fernando Cibeira

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