jueves, 1 de abril de 2010

Mauricio Macri y el marketing de la represión

Para relanzar su figura, el jefe de gobierno porteño quiere limpiar la ciudad de trapitos y limpiavidrios. El uso del fastidio de la clase media para criminalizar la pobreza y resucitar la mano dura.
El lunes 29 de marzo, el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, recibió a la prensa en la intendencia, se sentó frente a las cámaras, acomodó su corbata, y preparó su voz metálica para hacer el anuncio. Estaba escoltado por los referentes de la guardia Pro: la diputada nacional Gabriela Michetti; el ministro de Justicia y Seguridad, Guillermo Montenegro; el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta; la ministra de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal, y el jefe de la Policía Metropolitana, Eugenio Burzaco. “La gente tiene miedo y necesita que extrememos todas las medidas que tenemos a nuestro alcance”, comenzó el ingeniero su conferencia, en la que informó el envío a la Legislatura porteña de un proyecto para reformar el Código Contravencional. Esas medidas “a su alcance” refieren a la prohibición de la actividad de los cuidacoches, popularmente llamados “trapitos”, y de los limpiavidrios. Además de sanciones para quienes porten capuchas y palos en las manifestaciones y para quienes ensucien edificios públicos o monumentos. Quien no acate la norma deberá cumplir entre uno y cinco días de arresto. “Necesitamos que el vecino que circula por la ciudad esté tranquilo y no se sienta comprometido por la presencia de grupos que actúan con violencia. Hay que desterrar las mafias que se han enquistado en la sociedad”, completó Macri. La “Operación relanzamiento” había comenzado.En el último mes, el jefe de gobierno de la ciudad recibió una serie de golpes políticos que desnudaron las flaquezas de su proyecto presidencial para el 2011. Los cimientos de su alianza partidaria con Francisco de Narváez y Felipe Solá, que en las elecciones de junio del 2009 los consagró como vencedores en el Gran Buenos Aires, comenzaron a crujir apenas concluidos esos comicios. Solá abandonó el tridente amarillo a las pocas semanas. El idilio con el “Colorado” se extendió en el tiempo hasta que este decidió instalar su posible candidatura a presidente en los medios de comunicación y hacer su juego dentro del PJ disidente. Mientras las diferencias entre los ex socios se hacían visibles, una nueva denuncia sacudía una vez más a la Policía Metropolitana: el efectivo Miguel Ángel Fausto Colombo dejaba la fuerza al revelarse que estaba imputado en una causa por proteger prostíbulos desde hacía nueve meses. Y los legajos de otros catorce miembros eran estudiados en profundidad por diferentes irregularidades.Macri intentó reaccionar y buscó auxilio en Eduardo Duhalde. Pero el caudillo de Lomas de Zamora, a sabiendas de que la mano derecha del jefe Pro, Gabriela Michetti, no quiere saber nada con el PJ, lo desairó: si bien no descartó “hablar con el Pro o con otra fuerza afín” para conformar una alianza electoral opositora con vistas al 2011, aclaró que “el primer candidato de la fórmula debe ser justicialista”. El primer intento del intendente por volver a la vieja política había fracasado.Doce días más tarde –el mismo día de la conferencia de prensa–, su estrategia de llevar al ídolo del Rally Dakar, Orly Terranova, como candidato del Pro en la ciudad de Mendoza tampoco daba sus frutos. A través de esta estrategia electoral de postular a un ídolo deportivo para que arrastre votos, digna de los años ’90, el Pro intentó disimular su escasa estructura partidaria a nivel nacional. Un nuevo fracaso. Terranova, lejos de lograr una banca en el Concejo Deliberante, obtuvo un pobre cuarto lugar, cosechando tan sólo el 9 por ciento de los votos.Entonces la mesa chica del Pro consideró que era hora de implementar un shock en la opinión pública. Aprovechando el fastidio entendible de la clase media con los limpiavidrios y los trapitos –a quienes se les debe pagar entre 10 y 40 pesos cada vez que se asiste a un partido de fútbol o a un recital–, buscaron recuperar la iniciativa política perdida. Y la estrategia ideada fue la más votada: volver a las fuentes conservadoras. Esas que supieron catapultar a Mauricio Macri de la presidencia de Boca a la jefatura de gobierno porteño: efectismo y criminalización de la pobreza, dos características esenciales de la matriz Pro.

* La nota completa, en la edición impresa de Veintitrés.

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